lunes, 2 de marzo de 2009

La agitación del viento

Los días pasan… cuales hojas marchitas arrastradas por el viento son llevados al oscuro rincón de la memoria, el viento juega travieso formando remolinos con ellas, entremezclándolas, para después dejarlas allí... perdidas, olvidadas.

En ocasiones, alguna de aquellas hojas arrastrada fuera del torbellino, es llevada misteriosamente a la luz de nuestra conciencia, la alegría brota entonces iluminando nuestro rostro, y tontamente pensamos: ¡ojala todos los días fueran como este!

Otras hojas sin embargo… nos golpean tan fuerte, tan repentinamente que la angustia y la tristeza acaba dominándonos, entonces nos preguntamos: ¿para que lo habré recordado?

Yo quisiera borrar de nuestra memoria esos días aciagos donde el pesar y el dolor, como cuchillo acerado dejo una huella profunda en nuestros corazones, trasformando la alegría de vivir en tristeza y desesperanza. Si pudiéramos tan solo recordar aquellos días hermosos y felices, si pudiéramos con un golpe de voluntad, elegir recordar tan solo lo bueno, lo grato, lo feliz, lo hermoso, si pudiéramos…

Si pudiéramos elegir… si tuviéramos la respuesta de antemano, si supiéramos cual es la dirección correcta, si conociéramos el final que nos espera, si no nos equivocáramos nunca… entonces: ¿Qué seriamos?

Sin duda no lo que somos, y aun así, la vida seguiría golpeándonos y desgarrando nuestros corazones con el acerado cuchillo del dolor y la desesperanza. Pero no somos amos, no somos señores, ni siquiera somos fuertes, sin embargo… mas allá de lo que somos o de lo que fuimos, aún mas allá de lo que podamos ser… cuando reconocemos nuestra incapacidad, nuestra tremenda bancarrota espiritual, cuando aceptamos el regalo de gracia que Dios nos ofrece, esa desesperante realidad es transformada en una sublime esperanza, la cual no depende de los días pasados, aquellas hojas marchitas escondidas por el viento.




Jose Manuel Casas

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